jueves, 26 de mayo de 2016

Tiempo sin Mireia

No sé si empezar diciendo "solo han pasado ocho meses desde que el puto bicho mató a Miriea" o bien "ya han pasado ocho meses desde que el puto bicho mató a Mireia". No lo sé. Y no lo sé porque para mi estos ocho meses se han hecho eternos, duros, crueles, odiosos... Pero cuando hablo con la gente, me dicen "ocho meses ya. ¡Cómo pasa el tiempo!".

Y así es. El tiempo es algo muy subjetivo. Antes se me pasaban los días, las semanas, meses y años sin darme cuenta. Los doce años de vida de Mireia se me pasaron rápido. Ahora, desde el fatídico 26 de septiembre, los días son eternos y las noches interminables hasta casi mezclarse. Pero para otras personas el tiempo sigue pasando igual de rápido o de lento, según.

No voy a decir en esta entrada lo mucho que echo de menos a Mireia. Ya lo sabéis. Ni voy a decir lo mucho que quiero a mi hija. Ya lo sabéis.

En esta entrada voy a decir que no me acostumbro a vivir sin mi hija. Lo intento. Me ayudáis mucho. Hago todo lo posible para que esta anormalidad sea lo mas normal posible. A ratos lo consigo pero el vacío es tan profundo que no encuentro el suelo. El silencio es tan ruidoso que molesta. Su ausencia es tan enorme que duele. El tiempo sin Mireia es como aquella herida que nunca cicatriza y al pasar tan lento, tan despacio, es como si el puto bicho que mató a Mireia te fuera poniendo sal en esa herida para que duela más y más y tarde en cicatrizar.

Y aquí es la pescadilla que se muerde la cola. Soy consciente que tengo que empezar a vivir otra vez. Soy consciente que Mireia no va a volver. Que me queda su recuerdo (que no es poco). Soy consciente que no puedo machacarme en tristeza ni en preguntas tipo ¿por qué a Mireia? ¿por qué a nosotros? ¿qué hemos hecho mal?. Soy consciente que el mundo no ha parado, que la vida sigue. Y es aquí donde solo puedo esperar que el tiempo me ayude a volver a intentar ser yo, y no la sombra del que fui.
Pido al tiempo que me ayude y es este tiempo el que me hace sufrir con su lentitud. ¿Qué paradoja, verdad?

#MireiaTeQuiero

lunes, 16 de mayo de 2016

Duelo por Mireia

Mucho me preguntáis "¿Qué tal estás?" y mi respuesta siempre es la misma "Bien diremos. A peor no puedo ir".
Intento estar bien. Intento tirar hacia adelante. Intento volver a encontrar un nuevo camino. Intento no bajarme de este mundo que gira y gira y no se detiene. Intento seguir enganchado a la vida. A esta vida que no es la que yo ni quiero ni me había imaginado nunca.

Que se te muera un ser querido es duro. Siempre es duro. Nunca se está preparado para la muerte de nadie, ni aún sabiendo que es ley de vida o bien sabiendo que se va a morir (por alguna enfermedad). Pero que se te muera un hijo o una hija es inhumano y antinatural. Cruel, duro, injusto o "vaya putada" se quedan muy cortos.

El duelo es doloroso. Duele el alma. Duele el respirar. Duelen los recuerdos. Duelen las lágrimas. Duelen las risas. Duele el cuerpo entero. Duele el vacío. Duele el que no esté. El duelo duele y no hay medicina que lo cure. Pero si hay algo que te lo hace más llevadero es el abrazo, el beso, la palabra, el cariño, la mirada, el dar la mano, el mensaje...todo esto que te da la familia y los amigos, la gente que te rodea, la gente que te quiere, que conoces. Sin esa fuerza, el duelo, además de doler, te mataría en vida.

Yo creo que lo estoy llevando bien (si así se puede calificar esto). Tengo una gente alrededor que me da su fuerza para que yo siga. Y aquí quiero destacar a una persona extraordinariamente fuerte, que sufre tanto o más que yo. Merche, la mami de Mireia. Nos hablamos y nos entendemos. Nos miramos y sabemos cómo estamos. Mireia es nuestra niña que nos la arrebató un puto bicho. Éramos un gran equipo. Somo un gran equipo. Mireia era feliz. No cabe la menor duda.

El duelo por Mireia no lo aguantaría sin vosotros. Imposible. Estoy triste, estoy muy jodido, a veces disimulo, otras no puedo hacerlo.Y sobre todo, tengo mis momentos de soledad que me "matan". Los recuerdos, que es lo único que me queda de Mireia, me hacen sufrir. Sufro porque no quiero que Mireia sea solo un recuerdo. Quiero que Mireia esté aquí conmigo, con nosotros. Por eso sufro.

Extraño mucho a Mireia. Echo de menos cada segundo a mi hija. Era mi motor, mi vida, mi razón de ser y estar. Hacía todo para y por ella. Todo. Absolutamente todo. Ahora debo encontrar mi nuevo rumbo, mi nueva vida, lo que quiero hacer. No lo tengo claro. No sé.

La semana que me quedo en Zaragoza, en casa, por trabajo, es cuando más la echo en falta. Esa "semana" es la que estaba conmigo (Merche y yo estamos divorciados). Vivíamos juntos el día a día, desde despertarnos hasta irnos a dormir. La llevaba al colegio y la iba a buscar. Hacíamos la cena, los deberes, jugábamos, veíamos sus programas en la TV, las duchas...todo, como cualquier familia. Y ahora, esa semana o los fines de semana que estaba conmigo, el silencio en casa es de un volumen muy alto. El silencio es ruido.

También en el coche lo paso mal. Esos viajes por motivos de trabajo se hacen interminables. En esas horas de viaje la cabeza no para de pensar en Mireia. ¿Por qué en el coche? No lo sé. Pero esa soledad en el coche es brutal. Lloro de rabia, de tristeza, desconsolado pero, luego, a los segundos, me viene la imagen de Mireia con su eterna sonrisa y me logro calmar. Esto es lo que yo digo que es "la colleja que me da Mireia" y me dice: "Papi, eh! sigue hacia adelante que yo estoy bien. Que te quiero" Yo también te quiero mucho, cariño.

El duelo por Mireia me acompañará siempre. Estará junto a mi siempre. El duelo ahora es muy doloroso. Mañana también. ¿Dentro de 10, 15 ó 30 años? Ni idea qué intensidad tendrá. Lo que sí estoy convencido es que el duelo por un hijo o una hija siempre está presente, y que en esto, el tiempo no lo cura. ¿Lo mitiga? Lo dudo, hoy no puedo responder a esta pregunta.

#MireiaTeQuiero