Escribir
este diario de 13 días ha sido muy duro. Llevo esos trece días grabados en mi
mente como los dos tatuajes que llevo sobre mi piel. En realidad no sé si
quiero borrarlos.
Cuando empecé a escribir tenía esa necesidad de contarlos, de
quitarme ese peso de encima. Sin embargo, en la cuarta entrada ya se me hizo
cada vez más difícil el continuar. ¿Por qué volver a sentir ese dolor? ¿Es
necesario recordarlo? Pensé mucho, lo reflexioné y decidí seguir escribiendo por
dos razones fundamentales. La primera porque sigo teniendo la necesidad de escribir
y contarlo, de compartir. Igual puede ser una postura egoísta pero necesitaba sacarlo.
Y la segunda razón, y la más importante, porque me di cuenta que si me rendía
el puto bicho iba a ganar otra batalla. Juré a Mireia que ese puto bicho había
ganado la batalla más importante pero que nunca iba a ganar ni una batalla más
ni por supuesto la guerra. Juré que nunca iba a poder conmigo ya que haría todo
lo posible y más para que su sonrisa fuese eterna.
Con
estas trece entradas no quiero dar pena ni por Mireia, ni por Merche ni por mí.
Desgraciadamente no somos los únicos padres, abuelos, tíos, primos, amigos que
hemos perdido a un hijo. Ni tristemente fuimos los últimos. Esto es algo que
seguirá ocurriendo porque estamos en este mundo. Es verdad que es antinatural e
inhumano pero es lo que hay. Lo único que nos queda es disfrutar de la vida y “exprimir”
a la gente que queremos, que nos rodea y nos quiere, que es mucha.
Hay que sonreír.
A veces, tendremos días o temporadas mejores, otras peores, sin embargo, de ti
depende el cómo afrontarlas. Yo me enfrento a ellas con todos vosotros, familia
y amigos, con el recuerdo positivo de Mireia y la herencia que me ha dejado: su
sonrisa.
Con estas
trece entradas he querido darme fuerza, cogiéndola de vosotros, para seguir
viviendo. He querido quitarme losas que no me dejaban avanzar y cadenas que me
atan. He querido liberarme y lo he conseguido. Esos trece días seguirán toda la
vida como sigue el recuerdo de estar día a día sin Mireia, sin embargo, ya no
van a ser tan crueles y duros. Se nota su ausencia, por supuesto, pero Mireia
está conmigo y al puto bicho le voy ganando batalla tras batalla.
“Mireia,
cariño, descansa en paz. Papi te quiere. Papi te adora. Papi te lleva en su corazón,
mente y piel. Papi te lleva en su sonrisa. Te juré que estaría bien y lo voy
consiguiendo. Y lo hago gracias a la gente que me has puesto alrededor y, sobre
todo, por mami y por ti”
Para acabar
quiero agradecer a cada uno de vosotros que habéis leído este blog. Cuando
empecé a escribir el blog, 3 de noviembre del 2015, no pensaba que me iba a
hacer tanto bien. No pensaba que podría ayudar a gente como así me habéis dicho.
Solo quería sentirme bien porque como dije en la primera entrada “Me he dado
cuenta que cuando escribo algo me encuentro mejor. No soy una persona que
exterioriza sus “cosas” y por eso al escribir tengo la sensación de estar
hablando con Mireia”.
GRACIAS por vuestras visitas (más de 276.000), vuestros comentarios, vuestros me gusta y por
compartirlo en las redes sociales. Gracias porque estos simples hechos hacen
que yo tenga más fuerza para seguir viviendo.
Posiblemente sea la última entrada de este blog. No voy a
dejar de escribir porque me hace bien, sin embargo, tengo otros objetivos porque la sonrisa de
Mireia nunca se apagará y siempre será eterna.
Se os quiere. Nos vemos. Estoy para lo que necesitéis. No os olvidéis de sonreír. SONRISA.
#MireiaTeQuiero