jueves, 31 de diciembre de 2015

Maldito seas 2015

2015. Un año de mierda. 2015 ha sido para mi un año que ojalá nunca hubiera ocurrido. No hay un solo calificativo para poder decir algo bueno de este año. Maldito seas 2015 ! El año en que un puto bicho ha matado a mi hija, a nuestra hija Merche. Nuestra pequeña preadolecente, vuestra nieta, sobrina, prima, amiga, compañera, vecina...NUESTRA MIREIA.

2015 un año en que Mireia empezaba una nueva etapa en el instituto. Acabó su colegio de siempre. Su Cortes de Aragón. Me acuerdo de su último día y como lloraba de "tristeza" porque se acaba el cole tras nueve años. Buena estudiante. Buena comedora. Sus "profes" a las que quería con locura, Marta, Carmen, Paqui y Rosa, las tenía en un pedestal. Y que decir de sus cientos de amigos y amigas del cole. Amigas de todas las edades y de todas las clases, y sobre todo, de sus inseparables, de sus MAPS.
Además, yo he encontrado a unas grandes personas, las "mamás del cole". Gracias chicas por ser y estar.

En 2015 Mireia hizo cosas que nunca había hecho. Se fue de Semana Blanca y de campamentos de verano a Cantavieja. Su felicidad, su sonrisa, sus nervios, sus ganas...hicieron que disfrutase con sus amigos. Yo era feliz y estaba orgulloso porque encontraba unos minutos para llamarme y para contarme lo bien que se lo pasaba y lo que había hecho.
Como en todas las Semana Santas nos íbamos a Las Landas (Francia) con mis amigos de Bilbao a comprar ropa y a descansar. Nunca me olvidaré de su cara de asombro, felicidad, alegría y orgullo cuando vio que me compraba el ticket para montarme en las tirolinas. Como tampoco olvidaré el sonido de su risa y carcajadas cuando me veia colgado. Yo tenía miedo, pero por Mireia era capaz de colgarme entre arboles a metros de altura. No me arrepiento aunque lo pasé realmente mal.

Su verano fue especial. Se fue con su madre a Roma. Orgullo de mami. Disfrutaron de la ciudad y tomó sus capuccinos. En agosto conmigo a La Pineda y con sus "primos y tíos" y su querida e inseparable prima Elsa (te quiero cariño). Siempre ahí, "papi ya te irás donde quieras cuando yo ya sea mayor y no quiera ir contigo y me vaya con mis amigas"
Este año fue especial. En su 12 cumpleaños estuvimos todos. ¿Premodición?. No lo sé pero ahí estábamos todos con ella par cantarle el cumpleaños feliz.

Todo era normal. Pero llega septiembre y todo cambia de forma radical. Llega el dolor, la desesperación, el sufrimiento, el cansancio, el hospital...hasta que el 26 de septiembre el puto bicho mató a mi hija. A partir de ahí, lentitud en el tiempo. Vacío, mucho vacío. Dolor, mucho dolor. Tristeza, mucha tristeza. ¿Por qué? Incredulidad aún. No lo entiendo ni lo entenderé jamás.

Como dice la canción de Mecano, "un año más"
"Y en el reloj de antaño
como de año en año
cinco minutos más para la cuenta atrás.
Hacemos el balance de lo bueno y malo
cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Y aunque para las uvas hay algunos nuevos
a los que ya no están le echaremos de menos
y a ver si espabilamos los que estamos vivos
y en el año que viene nos reímos"


Disfrutad. Sed felices. Quered. Aprovechad los momentos. Y por favor, seguid con fuerzas porque yo, de vez en cuando os voy cogiendo un poco de las vuestras para seguir adelante. Sino no sería posible el poder dar un paso más.
GRACIAS DE CORAZÓN por ayudarme.
GRACIAS DE CORAZÓN por seguir leyendo este blog.
GRACIAS DE CORAZÓN por hacer que la SONRISA DE MIREIA SEA ETERNA.
FELIZ 2016

jueves, 24 de diciembre de 2015

La primera Navidad del resto

La primera Navidad del resto que quedan por pasar sin Mireia. No sé si será la más dura de todas. No sé si será la más triste. No sé si será la que más sufra. No sé si la más cruel. No sé. No lo sé porque quedan muchas Navidades que pasar sin ella.
Solo sé que no va estar con nosotros. Solo sé que no la voy a vivir con la misma ilusión de vivirla como la vivíamos los dos. Solo sé que mi cabeza no para de pensar en Mireia. Solo sé que la tristeza invade mi corazón. Solo sé que Mireia no estará y eso me duele. Me duele el alma, la cabeza, el corazón, el respirar, los poros de mi piel. Me duele la Navidad.

No hacíamos más cosas que las que suele hacer todo el mundo. Familia, amigos, paz, comidas, cenas, armonía, alegría, luces, amor, cariño, regalos, besos, ilusión, niños, turrón, magia...
En estas Navidades seguiré teniendo la mayoría de esto que he nombrado. Sin embargo, me falta la ilusión porque mi hija, mi cariño, no está. La ilusión la he perdido totalmente pero tendré que sacar fuerzas de donde sea.


Es Nochebuena. Me acuerdo de cómo el tío Oscar (gracias Lopa) llamaba a mi móvil, le cambiaba hasta el nombre del contacto para que fuera más creíble, y se hacía pasar por Papá Noel. Me acuerdo de asomarnos a la ventana para ver el trineo. Lo veíamos!!
Me acuerdo de dar golpes en la pared para fingir que Papa Noel había entrado. Me acuerdo de su ilusión. Me acuerdo de su sonrisa nerviosa. Me acuerdo que me daba la mano para ir a buscar los regalos de habitación en habitación para ver donde los había dejado. Me acuerdo de sus "mami, papi! Que sí ha vendido". Me acuerdo de sus saltos de alegría. De sus gritos. Me acuerdo de no saber qué regalo abrir primero. Me acuerdo de Mireia. Me acuerdo de su felicidad, de su ilusión, de su sonrisa. Me acuerdo de esa niña, de mi niña.

Fue creciendo. Sabía lo de Papa Noel pero pasó a ser cómplice para que su prima Natalie viviera lo mismo que ella vivió. Era feliz. Muy feliz.

"Mireia, cariño. Esta Nochebuena no estarás físicamente. Voy a notar tu ausencia. Te voy a echar mucho en falta, más si cabe que cualquier día normal. No va a ser una Nochebuena ni un día de Navidad normal. Nunca lo va a ser ya.
La tieta Mireia, tu tocaya como te dice, va a hacer la sopa de galets que tanto te gustaba y decías que era "la mejor sopa del mundo". Mami prometió que vendría a comerla y lo va a hacer. Nos acordaremos de ti cuando la comamos. En cada sorbo. En cada galet. 
Mireia, teti, esta noche es Nochebuena y vendrá Papa Noel. También para ti. El lunes te llevaré tu regalo"

#MireiaTeQuiero

jueves, 17 de diciembre de 2015

Cómo cambia la vida

Cómo cambia la vida. Nuestra vida transcurre por etapas que cada uno se va creando y va recorriendo. Nacer. La infancia. La adolescencia. La universidad. El trabajo. Vida en pareja. Casarte. El divorcio. La madurez. Tener una hija o un hijo. Una etapas son más cortas que otras. Las etapas se abren y se cierran y se pueden, y deben, solaparse entre sí. Cada uno se crea su propia vida y cada uno va creando sus etapas. Cada uno toma sus decisiones.
Yo he ido creando las mías. Pero sin duda, la mejor, la que me cambió la vida fue mi etapa de ser padre. Ese 8 de agosto del 2003, cuando nació Mireia, mi vida cambió radicalmente. Una nueva etapa se abría y el resto, las que vinieran, iban a girar entrono a esta. Mireia, mi hija, era lo principal. El resto, lo secundario

Como cambia la vida al tener una hija. Te cambia tu forma de pensar, de actuar, de querer, de ver las cosas, de luchar, tus preferencias, tus hobbies...Ser padre te cambia radicalmente a mejor.
Como cambia la vida cuando coges en brazos por primera vez a esa personita que ha nacido de ti. Esa personita que depende de ti, de lo que hagas, de cómo actúes. Es una gran responsabilidad. Con tus fallos y aciertos, pero siempre pensando en su bien.

Los hijos te convierten en otra persona. Dejas de ser tan egoísta para centrarte en ellos. Quieres lo mejor para ellos. "Se quiere dar a tus hijos lo que tus padres no han podido darte" se suele decir.
Los quieres más que a tu vida. Los proteges con tu vida si fuese necesario, y si no, también. Dejas de hacer cosas para estar con ellos y las cosas que vas haciendo, las haces pensando en ellos. Dejas de pensar en ti para pensar en los hijos. Hay que ayudarles a crecer. Hay que educarles. Hay que hacer que sean felices. Buenas personas. Te desvives por ellos. Haces cosas que nunca habías imaginado que ibas a hacer. Son tus hijos. Son parte de ti. Los quieres a rabiar.
Cómo cambian la vida estos chiquitines. Siempre serán "los chiquitines" aunque tengan 40 años. Esto ocurre.

Por supuesto que hay padres que pasan de sus hijos. Ellos verán. Ellos se lo pierden. Luego, cuando quieran recuperar el tiempo perdido será demasiado tarde. El tiempo pasa rápido y hay que aprovecharlo. No hay marcha atrás. Lo siento por ellos.

Yo he disfrutado de Mireia estos doce años de su corta vida. Yo he intentado hacer y ser "el mejor padre del mundo". No es mérito. Todos (o casi) somos los mejores padres del mundo de cada cual. Yo quiero a Mireia brutalmente y por eso he hecho todo lo que he hecho en estos doce años.

Cómo me cambió la vida cuando Mireia nació. Mi vida tomó otro rumbo y abrió una nueva etapa. Una etapa en que todo, absolutamente todo, giraba en torno a ella. Era el motor de mi vida. El objetivo por el cual hacía kilómetros y kilómetros para trabajar. El motivo de vivir. Quería lo mejor para Mireia. Era mi rumbo, mi destino, mi objetivo, mi motor, mi centro. Era todo.
Pero el 26 de septiembre me volvió a cambiar la vida. Se me ha abierto una etapa que yo no quiero ni quise abrir. Y se me ha cerrado la mejor etapa de mi vida. Inhumano. Antinatural. Cruel. Injusto.
Mireia murió y con ella se fueron al traste mis objetivos, mis razones, mi motor, mi vida, mi rumbo. Mi vida giraba en torno, para, por y con Mireia. Ahora tengo que buscar un nuevo motor. Algo que me dé fuerzas para seguir. Por supuesto, que tengo otros alicientes, otros motores, pero ya los tenía antes que la muerte me arrebatara al ser que más he querido.

No sé cuando abriré otra etapa (ni siquiera sé si la abriré). Lo que sí sé es que ahora estoy en una etapa negra, triste, vacía, de duelo. Tengo que buscar otro aliciente. No un sustituto. A Mireia, ni a ningún hijo, se puede sustituir con nadie ni con nada. Es un hueco irreemplazable. Y si abro otra etapa, sea cual sea, será una que conviva con el duelo.
Dicen que el tiempo lo cura todo. No lo creo. La muerte de una hija o un hijo no se supera nunca. Se convive con ello, pero nunca se supera.

#MireiaTeQuiero  

martes, 8 de diciembre de 2015

Ausencia. Recuerdo

Mireia no está conmigo físicamente. Noto su ausencia todos las semanas, todos los días, todas las horas, minutos y segundos. Es un vacío en el alma y en el corazón que duele. Una ausencia dolorosa. Desgarradora. Pero en mi mente, en mi cabeza, está su recuerdo.
La echo tanto de menos que no hay consuelo. Hay momentos que son duros y otros, con la soledad, son desgarradores. El dolor es brutal. Agobiante. La tristeza la respiro hondo. Noto su falta en cada poro de mi piel. Lo que no tengo es pena. No creo que haya que sentir pena por la muerte de Mireia porque los doce años de vida que me dio fueron sencillamente excelentes. Los mejores de mi vida. Doce años en los que mi hija me enseñó a ser padre, a querer, a amar, a cuidar de alguien, a ser feliz...me enseñó a ser persona. Yo intentaba educar y criar a mi hija lo mejor posible, y creo, sinceramente, que hice un gran trabajo con la espectacular ayuda de su madre, pieza básica.

Cada instante de esos doce cortos años de su vida fueron brutales. Y esos recuerdos son el antídoto de su ausencia. Esos recuerdos son parte de la razón por la que seguir tirando para adelante. Esos recuerdos son los que tengo y son con lo que me quedo. Pero extrañamente, o no, ni quiero ni puedo olvidar ese mes de septiembre. Sin duda el peor mes de mi vida.

Mireia no está conmigo físicamente. Me acuerdo de su nacimiento, de su voz, de su risa contagiosa, de su sonrisa, de su mirada, de sus chistes (que malos eran), de sus gestos, de su amor a todos, de su felicidad. Me acuerdo de verla y oírla jugar con sus muñecos o de ponerse sus disfraces. Mi princesa.
Me acuerdo de sus rabietas y sus pataletas de cuando era niña y de ahora, siendo una preadolescente. Me gustaban y me reía cuando con su madre las comentábamos.
Me acuerdo de cómo hacía los deberes y de preguntarle la lección. Me acuerdo que siempre había que ver en la televisión sus programas y series o de poner su música en el coche.
Me acuerdo de levantarla a las 8 de la mañana para ir al colegio. Y de ir a buscarla por la tarde y cuando salía, siempre de las últimas con sus amigas, de decirme "hola papi" y me daba ese besito que me sabía a gloria bendita.

Sus recuerdos está presentes. Están conmigo. Siempre estarán.

Me acuerdo que de bien pequeña no quería dormir la siesta y yo le hacía el poder de los pulgares. Ni con esas . Me acuerdo que solo le gustaban los potitos "Hipp", de cómo se tomaba su San Francisco en verano o como le gustaba la carne, "poco hecha", decía. Comía de todo menos la fruta, que solo la comía con su tía Bárbara.

Me acuerdo de todos los veranos y de ir La Pineda. "Ya irás a otro sitio cuando ya no vaya contigo de vacaciones porque me iré con mis amigas" me decía cada vez que le proponía ir a otro lugar de vacaciones. Me acuerdo de ir a Port Aventura todos los veranos y de subirnos juntos a todas las atracciones. "Yo me subo con mi padre". Me acuerdo de ir a esquiar.
Me acuerdo de llevarla conmigo a casi todos los sitios, incluso a hacer visitas de trabajo.

Me acuerdo de llevarla a montar a caballo. Yo lo pasaba mal pero ella era feliz con sus amigas y sus caballos. Me acuerdo de llevarla al tenis.
Me acuerdo de ir a Bilbao a ver el musical de "Patito Feo" y esperar más de dos horas a que saliera la protagonista porque quería un autógrafo. Me acuerdo de ir a Barcelona a ver "Violetta" al Palau Sant Jordi y ver su cara de felicidad. Se sabia todas las canciones (y yo casi)

Me acuerdo de sus obras de teatro, de sus exhibiciones de gimnasia rítmica, judo, francés o patinaje. Disfrutaba de todo lo que hacía.
Me acuerdo cuando ponía su "cara fea" y me asustaba. O cuando se maquillaba y me preguntaba "¿me he pintado como una puerta?" Me acuerdo cuando se le cayó el primer diente, y el segundo...

Me acuerdo del día a día. De poner la mesa para comer o cenar. De sus duchas. De dormir conmigo. El día a día. Me acuerdo de sus llamadas para decirme las notas de los exámenes o para decirme hola. Me acuerdo de tus whatsapp.

Me acuerdo de todo. Podría escribir cientos de recuerdos. Miles. Millones. Todos positivos, aun cuando la reñía.

Noto su ausencia. Se nota y mucho. Es un vacío inmenso. Lloro mucho porque no está conmigo físicamente. Se me rompe el alma. Pero tengo su recuerdo, su presencia en mi cabeza, y eso nunca se me olvidará ni nadie podrá arrebatármelo.

Mireia, cariño, tu recuerdo es el antídoto a tu ausencia.

#MireiaTeQuiero

sábado, 28 de noviembre de 2015

Dos meses (parte tres). El homenaje

28 de noviembre del 2015. Dos meses desde el funeral. Su madre y yo decidimos no hacer misa por coherencia. Mireia no estaba bautizada, y además, si yo ya no creía en ningún dios, ahora mucho menos. Así que decidimos hacer un funeral que fuera un homenaje. Una despedida como Mireia se merecía. Con su música y que la gente que quisiera saliese a hablar. A hablar de lo que cada uno quisiera. Recuerdos. Emociones. Aventuras. De su amiga. De Mireia.

Antes de que empezara el funeral, quise quedarme a solas con mi hija. Serían sobre las 9,30 horas y estuvimos unos 5 minutos a solas. Hablando. Le decía que la quería. Qué la quería mucho y no me creía que ya no iba a estar físicamente más conmigo. Que la quiero más que a mi vida. Que era mi niña. Mi amor. Mi sentido de vivir. Que la iba a echar de menos. Que la quería. Que allá donde estuviera que siguiese haciendo feliz a la gente como lo había hecho con todos nosotros. Que todos la queríamos. Yo seguía hablando hasta que ella, con su pulgar levantado, me dijo: "Papi, también te quiero. Tranquilo. Está todo ok". Lo sé, soy consciente que fue producto de mi imaginación pero fueron cinco minutos de padre - hija, hija - padre que nadie me los va a quitar. Me sentí muy bien y, quizás por eso saqué la entereza que mostré después. Me quede tranquilo. Me sirvió y a día de hoy aún me sirve.

A las 10,30 empezó el homenaje. No cabía la gente en la sala, incluso había gente fuera. 500 ó 600 personas me dijeron que pudo haber. No lo sé. Mucha.
Merche y yo entramos juntos de la mano y fuimos a primera fila. No aguanté sentado en la silla y me fui a esperar a mi hija al pedestal. Mientras subía desde el sótano sonaba su grupo preferido con su canción preferida. Los Auryn y "Saturday I'm in love". "Es mi canción preferida" nos decía. Le dejé el ramo que le trajeron sus MAPS (mejores amigas para siempre) y su camiseta del cole de 6 D.

Salimos a hablar. Salimos mucha gente: familia, tíos, primos, sus amigas... Queríamos despedirnos de Mireia como se merecía. Con amor, mucho amor. Fueron palabras emotivas, bonitas, sinceras, con cariño, sentidas, con dolor, con tristeza, con lágrimas, con sentimiento, del corazón...y una frase en común que todos dijimos "Mireia, te quiero mucho"

Fue bonito. Fue especial como era ella, especial. Mi niña.

#MireiaTeQuiero

jueves, 26 de noviembre de 2015

Dos meses (parte 2). Velatorio

"Hola cariño. Que sepas que te quiero mucho, te he querido y siempre, siempre te querré" le dije mientras cogía su manita y le daba un montón de besos antes de la hora de abrir el velatorio.

27 de noviembre del 2015. Dos meses del día del velatorio. Dos meses de la incredulidad a la cruel realidad al leer el cartel "Velatorio 7. Mireia Zorita Martínez de Pisón".
Dos meses de otro día no querido ni deseado, pero a la vez un día especial porque noté el calor, la fuerza, el ánimo, el cariño, el amor, el querer, el sentimiento, la paz, la tristeza, el llanto, el dolor de cada una de las personas que vinieron al tanatorio. Pero también lo noté de los que no pudieron venir y mandaron un mensaje o una llamada. A mi me reconforta y me sirve para aguantar este brutal dolor inhumano y antinatural.

Llenamos las paredes del velatorio con fotos de Mireia, todas con su sonrisa, y colgamos la camiseta firmada por su clase de fin de curso de 6º D de su colegio Cortes de Aragón. Su sonrisa estaba presente. Su sonrisa eterna.

No recuerdo si hacía sol, creo que si. Pero para mi era un día negro. Se respiraba tristeza, dolor, angustia, pena...pero a la vez yo me recargaba de fuerza y energía con cada abrazo, cada beso, cada caricia, cada palabra, cada silencio, cada mirada, cada mensaje, cada respiración, cada ánimo, cada ternura, cada lágrima... Me sentía (me siento) querido, arropado, apoyado, animado.
¿Pudieron pasar mil personas? Posiblemente me acuerde de cada uno de los abrazos porque eso nunca se olvida. Me llevabais en volandas y me hacíais (me hacéis) mantenerme en pie. Sentía (siento) a la gente dentro de mi y que querían (y quieren) mucho a Mireia.

De los momentos más especiales que recuerdo era cuando llegaban las amigas y amigos de Mireia. Desconsolados. Tristes. Incrédulos. Llorando. Nerviosos. Temblando. Cuando se me acercaban esas "personitas" de 12 años a las que el puto bicho les había arrebatado a su amiga, el alma se me encogía. El dolor y la tristeza se multiplicaba por infinito. Me hacía el fuerte, pero estaba muy roto por dentro.
"Dos cosas os voy a decir. Una que nunca olvidéis lo que Mireia os ha querido y os quiere. No lo olvidéis nunca. Y la segunda es que os va a estar vigilando desde donde esté para que os portéis bien. Sed buenos y estudiad porque la primera bronca os la van a dar vuestros padres, pero después Mireia os dará una colleja, aunque luego os dé un besito" Esbozaban una sonrisa entre esas lágrimas de tristeza. Muchas lágrimas.
Hubo un momento tremendamente especial y fue cuando se juntaron varios amigos de Mireia. Hicimos una piña y mientras dábamos una espectacular ovación, gritaban: "¡Mireia te queremos!". Momento brutal de emoción. ¡Qué orgullo de amigos!

Sobre las 21 horas llegó el momento de irse a casa. No quería irme. No quería dejar sola a Mireia pero cerraban el tanatorio y había que descansar, dormir. Pero antes Merche y yo volvimos a estar con Mireia para darle muchos besos, decirle otra vez que la queríamos con locura y dejarle su mochila amarilla, las gafas de su primo Samuel , el regalo que le trajo se prima Elsa, la foto en la que están sus primos Hugo y Paula con ella. Pero sobre todo, había que dejar a Perrito y Mari, sus dos peluches favoritos. Siempre dormía con ellos y ahora que iba a dormir para siempre tenía que estar con ellos.

#MireiaTeQuiero

Dos meses (parte 1)

"Mireia ha muerto a las 14:30 horas. Desde la comisión de donaciones nos han dicho que no se puede donar los órganos por el tipo de enfermedad. Y aquí le entrego la autorización para hacer la autopsia, pero a mi juicio no hace falta ya que los trámites se van a alargar y hasta el próximo jueves no podrían enterrarla. Lo siento de verdad. Lo sentimos de corazón"

26 de noviembre 2015. Dos meses de aquel maldito día de septiembre en el que el puto bicho la mató. Mireia no se fue por su voluntad. No quería irse. No queríamos que se fuera. No!!!!!!! Nunca!!!
Dos meses muy largos, más que los doce años en que estuvo conmigo, con nosotros.
Dos meses muy duros, llenos de dolor, de tristeza, de llanto, de corazón roto y de recuerdos.
Dos meses de dolorosa ausencia. Dos meses en el que no hay un largo segundo en el que no me acuerdo de Mireia. Ni un solo segundo. Vaya donde vaya, haga lo que haga, ahí estuvo conmigo. Siempre conmigo. El centro de mi vida. El porqué de mi.

Dos meses vagando por una vida en la que el único sentido que encuentro es por toda la gente que me quiere y me ayuda a llevar lo mejor posible esta agonía, este inmenso dolor. A todos vosotros, familia, amigos, conocidos, compañeros, trabajo, clientes, Ciudadanos, padel, gimnasio, facebook, twitter google +, lectores del blog...GRACIAS por quererme, por ayudarme, y sobre todo, por querer y recordar con mucho cariño y amor a mi hija Mireia. Nunca me cansaré de daros las gracias.

Mireia, cariño. Hoy vuelve a ser un día muy triste. Estoy en Gijón como cuando hace más o menos dos años y medio fuimos con la yaya Isabel y la yaya Conchita. Hoy también llueve como aquellos días de julio. Siempre llueve en Gijón. Pero hoy el cielo llora como yo. Lloro porque te quiero. Lloro porque noto tu ausencia. Lloro porque solo tengo tus recuerdos y no te tengo físicamente junto a mi. Lloro porque sé que me quieres y no te oigo decirlo, aunque lo sienta. Lloro porque estoy muy triste. Y lloro porque tengo, tenemos, mucha gente alrededor que nos quiere. 
Mireia, cariño, sigue sonriendo y haciéndonos felices allá donde estés.   

#MireiaTeQuiero

sábado, 21 de noviembre de 2015

Eras del Barça: un clásico sin ti

Mireia era del Barça aunque no le gustaba mucho el fútbol. Se "hizo" del Barça porque yo lo soy y para hacer rabiar al "Yayo Tururú". No le gustaba ver el fútbol pero venía conmigo a verlo o, al menos, a hacerme compañía. Hoy se juega otro "clásico" y hoy no va venir. Te voy a extrañar mucho, cariño.

Me acuerdo que de bien pequeña ya hacía el gesto de Ronaldhino. Me acuerdo de cantar, junto con su primo Hugo, "boti, botín, boti, madridista el que no boti". Te gustaba Messi pero tu preferido era Piqué. "Papi, Piqué siempre juega de manga larga, fíjate". Hoy tiene su camiseta de manga larga en su cuarto firmada por él y Shakira. 

No se sentaba a ver el fútbol conmigo ni con los tíos ya que prefería jugar con sus primos. Siempre con ellos jugando, cuidándolos. Pero sí que venía corriendo, saltando y con su sonrisa a darme un beso y a chocar las palmas cada vez que el Barça metía un gol. Pero también venía a darme un besito y una caricia si el Madrid metía un gol. "No pasa nada" decía y se volvía a ir a jugar. Cariñosa. Amor.
No le gustaba el fútbol pero se ponía la camiseta firmada por toda la plantilla que el tío Xavi le regalo para su noveno cumpleaños. 

Fuimos varias veces al Camp Nou a ver al Gamper. Le gustaba al principio de la fiesta con la presentación de los jugadores y disfrutaba cuando bajábamos al césped. Me acuerdo como si fuera ayer de verla correr por el césped del Camp Nou para ponerse debajo de la portería y aún la veo correr como una "loca", con lo pequeña que era, cuando encendieron los aspersores. Nos reímos mucho. Y aún sonrío al recordar la anécdota. 

Hoy no va a estar conmigo. No se va poner su camiseta firmada. Pero sí que notaré los besos de felicidad cada vez que el Barça meta un gol. Y notaré los besitos de ánimo si el Madrid consigue marcar. 
Hoy no va a estar conmigo para ver a nuestro Barça. La echaré de menos cada vez que gritemos Visca el Barça y echaré en falta ver su cara de preadolescente enamorada cada vez que salga en la televisión el primer plano de Piqué. 

#MireiaTeQuiero

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Por qué y mil veces por qué!

A la sensación de que el mundo se había parado en aquella trágica noche del 26 de septiembre se me unió la incredulidad y el no entender el qué estaba pasando. No podía creer que mi hija se iba a morir. No podía creer que mi hija había muerto. Y no entendía nada. ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿A Mireia? ¿A nosotros? ¡Por qué, por qué y mil veces por qué!

No entiendes como una niña de 12 años con toda una vida por delante se muere, si unos días antes, estaba llena de ella. Uno no está preparado para estas pruebas que te pone la vida. Un padre o una madre no están preparados para enterrar a un hijo o hija. Es un dolor inhumano y es antinatural. En esos momentos entras en shock. No entiendes nada. La mente humana, salvo los retorcidos, que lo hay, no está preparada. Nunca lo estará. Son preguntas sin respuesta. Nunca la tendrán.

El domingo 27 de septiembre seguía sin ser consciente de la muerte de Mireia. Pude dormir gracias a la pastilla que me recetaron y que me hicieron tomar. Pude dormir pero no descansar ni dejar de pensar en mi hija.
Vino mi hermano a buscarme. Gracias Óscar por todo lo que hiciste (y haces) esos (y todos) días. Gracias por encargarte de todo. Fuimos a las oficinas del cementerio de Torrero a elegir nicho. Nos dieron 5 ó 6 opciones y fuimos a verlos. Uno por uno. Quería un nicho que estuviera bien y cerca de mi primo Samuel. Un nicho que tuviera buena altura para ir a verla y poder ponerle flores sin problemas, poder hablar con ella, que estuviera rodeada de buena gente que la ayudara, y a la vez, ella les haría más felices, como me ha hecho a mi. Quería, como siempre he procurado, lo mejor para mi hija. Qué extraño verdad, o no...

Seguía sin creermelo. No era consciente del todo. Sabía que Mireia había muerto pero no podía creerlo. Todo me superaba y estoy superado por todo.
A las 10,15 de ese domingo se abría el tanatorio. Yo llegué sobre las 10 y cuando me acerqué a la sala y vi el cartel "Velatorio 7. Mireia Zorita Martínez de Pisón" fue cuando la incredulidad se fue convirtiendo en una cruel realidad. Mi nueva realidad, la que nunca me hubiera imaginado, la que nunca se quiere. Verla en su ataúd fue duro, durísimo, pero aún podía darle besos,  abrazos y estar con ella físicamente. Era la cruel realidad de ese día. Es mi desgraciada realidad.

Hoy sigo teniendo algo de esa incredulidad. Hoy todavía no me lo creo del todo. Solo ha pasado mes y medio y aun no me creo que mi hija no esté conmigo. A veces, la cabeza me hace pensar que Mireia está en casa con su madre. A veces, la cabeza me hace pensar en ir a buscarla para que pase el fin de semana conmigo. A veces, la cabeza me hace pensar en coger el móvil y llamar a Merche para que me la pase y poder hablar con ella. A veces, la cabeza me hace meterme en mi sitio de la cama pensando que Mireia ha venido a dormir conmigo. A veces, la cabeza te hace estar en esa realidad paralela que te gustaría seguir viviendo. Pero esa cabeza loca habla con el corazón. Un corazón roto por el dolor y la ausencia de Mireia.
Mireia está muerta. Lo sé y me gustaría que fuese una maldita pesadilla. Me creo que mi hija esté muerta. Lo sé. Soy consciente pero no lo tengo asumido. No creo que pueda asumirlo nunca pero tengo que aprender a vivir con ello. Tengo que buscar mi nuevo motor de vida.

#MireiaTeQuiero

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Aquella trágica madrugada

"Mireia se muere". Esta es la fatídica frase que repetía en la madrugada de aquel maldito 26 de septiembre. Esa frase que nunca hubiera querido decir.
¡No puede ser! ¡Pero qué dices! No te puedo creer. Pero...Sergio, ¿qué ha pasado? Con estas frases me respondía familia, amigos, compañeros, la gente que me conoce cuando les daba la noticia. Aquella asquerosa frase, "Mireia se muere", de aquella trágica madrugada. 

El 24 de septiembre ya tenía miedo. Estaba realmente asustado, aunque no lo demostrase. Tenía miedo de los resultados del último scanner que le hicieron para ver como estaba de afectado el cerebro. Mucho miedo. Tenía un sentimiento muy negativo, con lo positivo que he sido siempre. Pero algo me decía que la situación no pintaba bien. Fue la primera vez que nos dijeron que Mireia estaba grave.
- ¿Se puede morir? fue mi pregunta cuando nos dijeron que presentaba unos micro infartos en el cerebro.
- No lo descartamos. Está grave. La hemos tenido que entubar para que el cerebro trabaje menos.

El mundo se me vino abajo. No podía creerlo, no quería creerlo, pero confiaba en que todo el Hospital Infantil, y en concreto, la UCI iban a salvar a mi hija. Hacían todo lo posible y más para salvarla, para que viviera. De esto no me cabe la menor duda.

La noche del 25 al 26 de septiembre fue larga, dura, trágica...la peor de mi vida. La cosa iba muy mal. No había reacción. El puto bicho era más fuerte que la medicina y que una niña de 12 años llena de vida.
Pero sobre todo, el puto bicho pudo con el AMOR infinito y en mayúsculas de unos padres a su hija. Pudo con el amor de unos abuelos por su nieta. Con el amor de sus tíos y primos. Con el amor de mis amigos, que son familia. Pudo con la amistad de los cientos de amigas y amigos de Mireia. El puto bicho pudo con todo el amor de la gente que conocía y quiere, sí en presente, a mi hija.
He perdido las nociones de las horas de esa noche. El tiempo pasaba lento y esas horas se convertían crueles, injustos, inhumanos, antinaturales, brutales...

Tuvo una presión cerebral máxima de 133 y llegó a bajar a 73 (lo normal es estar entre 15 y 20). Se pensaban los médicos que el aparato estaba estropeado. Me acordaré siempre de esos dos parámetros porque yo animaba a que siguieran bajando.
"Vamos cari. Vamos Mireia. Vamos a llegar a 20. Tú puedes que papi y mami te quieren mucho" Repetía una y otra vez. No me cansaba de animarla. No podía hacer más que con palabras, caricias y besos animar a mi hija a que luchase contra el bicho que la estaba matando. Pero no bajó de 73. Demasiado. Y se decidió, como último recurso, intentar operarla para bajar esa presión. 
- No hemos podido hacerlo. La encefalitis es muy importante. Está muerta cerebralmente. Lo siento.
No pudo. Y luchó. Sé que luchó. 

Mi niña, mi hija se moría. El mundo se me vino encima. La vida era (es) una mierda. Inhumano. Antinatural. Cruel e injusto se quedan muy cortos para calificar el aceptar la muerte de un hijo o una hija. El ser humano no está preparado para esto. Ni nunca lo estará.
No se podía hacer nada. Se intentó todo y más. Así que solo quedaba decidir a su madre y a mi el cuando desconectar el respirador. Duro. Durísimo. 
No me lo creía. Doce años antes estábamos en el mismo hospital saliendo con nuestro bebé en brazos llena de vida, salud, amor y felicidad. Y doce años más tarde tuvimos que decidir el cuando desconectar a nuestra niña. Con esto no quiero decir que me sienta culpable. Ni mucho menos. Ni pienso el qué he podido hacer mal para que la vida me ponga estas incomprensible trabas. Con esto quiero reflejar lo inhumano que fueron esos días. Y que durante los trece días que estuvo ingresada nos salió a Mireia, a Merche y a mi todo mal. Todo. Ni una buena noticia. Una pesadilla difícil de olvidar.

A las 14:30 de ese sábado 26 de septiembre se certificó la muerte de Mireia. Dentro del hospital pensaba que el mundo se había parado. Que todo era un sin sentido. Que todo era una brutal pesadilla. Pero no. La vida sigue. Al salir del hospital y montarme en el coche para ir a casa de mis padres me dí cuenta que el mundo no se había detenido como yo creía.

La vida sigue pero sin ti, Mireia, la vida no es igual. Nada es lo mismo.

#MireiaTeQuiero  

jueves, 5 de noviembre de 2015

Fue niña. Fue Mireia

Era un domingo de noviembre del 2002 cuando Merche y yo dábamos un paseo con mis cuñados, Bárbara y Carlos, y mi sobrino Samuel.
- Llevo unos días que me encuentro rara y me duelen las tetas.
- Estás embarazada! dijo Bárbara. A mi me pasó lo mismo cuando Samuel.

Nos reíamos. Nos mirábamos sorprendidos.
- Es imposible. Ha sido solo una vez sin protección. Solo pasa a adolescentes y nosotros ya tenemos casi 30 años, decíamos con risa nerviosa e incrédula.
Enseguida fuimos a una farmacia de guardia a comprar un predictor. Y sí, no hubo lugar a dudas: íbamos a ser padres!!!

Nunca se me olvidará esa sensación de felicidad que me recorrió mi cuerpo. La alegría de ser padre. Pero a la vez me sentía nervioso, extraño ante mi nueva vida, ante mi nuevo rol. Fueron "9 meses" de ilusión, de ganas, de amor, de felicidad, de alegría, de nervios...en los que no me paraba de hacer preguntas: ¿cómo será?, ¿seré capaz de ser padre?, ¿sabré cuidarla?, ¿le podré dar todo lo que necesite?, ¿dónde hay un manual de instrucciones?...me imaginaba una vida perfecta con su madre y con nuestra hija o hijo. Hoy puedo decir que todas esas preguntas han tenido una respuesta muy clara y contundente. Mireia me ha facilitado la labor de ser padre. Ha sido y será para mi, "la mejor hija del mundo". Y su madre, Merche, ha sido el pilar básico.


No sabíamos si era Liberto o Mireia. En las ecografías no se dejaba ver, pero daba igual porque todo estaba bien. Hacíamos apuestas de la fecha de nacimiento, el 27 de julio (aniversario de boda) o para mi cumpleaños, el 31 de julio. Ni una ni la otra ni para el cumpleaños de su tía Bárbara. Nació el 8 de agosto a las 6:20 de la madrugada con un peso de 3,380 gramos y una estatura de 49 cm. Fue niña. Fue Mireia
Fue el día más feliz de mi vida sin lugar a dudas y el motivo era mayúsculo: ERA PADRE DE MIREIA.

Siempre recordaré la primera vez que la cogí en brazos. Los sentimientos recorrían mi cuerpo. Todo era ternura, paz, amor, fragilidad, bonita, dulzura, felicidad, hermosa, emoción, cariño, guapa, hija, padre, protección, nerviosismo...sonrisa.

Me hizo papi. Me ayudó a crecer como persona. Me hace feliz. Me hará sonreír siempre.

#MireiaTeQuiero

martes, 3 de noviembre de 2015

Por qué un blog?


Llevo días pensando y pensando si lo hago o no. Al final me he decido. Voy a escribir un blog en el que reflejaré mi experiencia tras la muerte de mi hija Mireia.
No pretendo dar lecciones de nada ni a nadie. Ni dar consejos de cómo sobrellevar la muerte de un hijo o una hija. No soy nadie para ello y esta no es la finalidad de este blog (pero si indirectamente puedo ayudar a alguien, bienvenido sea).
Me he dado cuenta que cuando escribo algo me encuentro mejor. No soy una persona que exterioriza sus “cosas” y por eso al escribir tengo la sensación de estar hablando con Mireia. Echo de menos el hablar, el estar con mi hija y de esta manera tengo la sensación que ella me escucha, que está conmigo, que estamos juntos y que nada ha cambiado. Aunque sí, ha cambiado todo. Ha cambiado mi vida y mi forma de ver y entenderla.

El día del funeral no hicimos misa. No soy creyente (y ahora mucho menos) y por eso su madre y yo decidimos hacerle un homenaje donde todo el que quiso pudo hablar de nuestra hija. Y quiero continuar con esta tarea. Por esta razón, además de escribir sobre Mireia, mis reflexiones, sentimientos, mis vivencias...me gustaría que fuese un blog abierto a todos los que queráis escribir unas líneas sobre Mireia o como os encontráis, vuestros sentimientos. Quiero seguir con ese homenaje. Solo tendréis que decírmelo y además, los comentarios estarán abiertos a que todo el mundo pueda expresarse libremente (dentro de la cordialidad y el buen gusto).

Espero que os sirva. Espero que os guste. Espero que me ayude. Yo, necesito hacerlo.
Gracias.
#MireiaTeQuiero