martes, 26 de enero de 2016

Mireia, cariño. Te quiero

Mireia, cariño, solo han pasado cuatro meses. Son solo cuatro meses pero que para mi están siendo como una vida entera. Una vida de cuatro meses que está siendo muy dura y muy dolorosa. Son cuatro meses que se me están haciendo largos y lentos. Son solo cuatro meses pero en los que lloro y sufro mucho. Son solo cuatro meses pero en los que no vivo feliz. No soy feliz. No puedo serlo y no sé si llegaré a serlo como lo era contigo al lado. No lo creo, imposible. Son cuatro meses de constantes recuerdos. Son cuatro meses sin ti. Solo cuatro meses, pero parecen toda una vida.

Mireia, cariño, son cuatro meses en que hay momentos que me vengo muy abajo porque el dolor es terrible. Un dolor que no se cura con una pastilla. El alma me duele. El corazón no siente. La cabeza no responde. Pero saco fuerzas porque tengo mucha gente que me quiere, que nos quiere. Mucha gente, Mireia, mucha, mucha. Son cuatro meses que la gente me está dando parte de su fuerza para que yo me la inyecte y así poder levantarme de la cama todos los días, mantenerme en pie y seguir en este mundo que no se paró ese asqueroso 26 de septiembre. Ojalá se hubiera parado!

Pero también sigo por ti, cariño. Sé que estás aquí con mami y conmigo, con todos nosotros. Sé que me quieres, me cuidas, me proteges, me animas y cuando estoy mal, noto que me das una colleja para que espabile y me recuerdas esa frase que me dijiste antes del entierro: "papi, yo también te quiero. Tranquilo. Está todo ok" Y te hago caso porque tienes razón y porque el puto bicho no me va a matar en vida, aunque lo siga intentado todos los días. Ya hizo bastante daño.

Mireia, cariño, te extraño. Mireia, cariño, te quiero mucho.

#MireiaTeQuiero

viernes, 22 de enero de 2016

Puto bicho

El puto bicho mató a Mireia. El puto bicho me arrebató a lo que mas quería y quiero. El puto bicho hizo daño a mucha gente. El puto bicho ganó la partida. El puto bicho pudo con el amor, con la felicidad, con las ganas de vivir, con la sonrisa, el cariño, la alegría, la salud, el futuro, la amistad, la ternura... El puto bicho que truncó la vida de Mireia. El puto bicho que ha roto muchas vidas.

El puto bicho que se cargado un futuro. El puto bicho que se ha encargado de cancelar todos los planes que tenía con mi hija. Los míos y los de mucha gente. El puto bicho ha arrebatado a Mireia todas las cosas y vivencias que todos hemos pasado en la adolescencia, juventud y madurez.

Mireia no pudo empezar el instituto, con la ilusión que le hacía. El puto bicho le ha arrebatado la posibilidad de hacer una carrera, de sacarse el permiso de conducir, de tener esas "mariposas" en el estómago con su primer novio, la sensación de amores frustrados y esa sensación bonita de elegir a la persona con la que compartir el resto de su vida. El puto bicho le ha quitado de un plumazo los nervios de los exámenes de selectividad o de su primer día de trabajo. El puto bicho ha impedido que Mireia siguiera disfrutando de sus amigas y amigos. De coger su primera borrachera y resaca.

El puto bicho ha impedido a Mireia ser madre. Qué gran madre hubiera sido. Y a Merche y a mi de ser yayos. El puto bicho ha impedido que Mireia me cuide cuando sea viejo. Me acuerdo cuando me decía: "papi, no vendrás a mi casa a vivir  porque te llevaré a la residencia para que te cuiden, que yo tendré que estar con mis hijos y marido" Acto seguido soltaba unas carcajadas y acariciándome la cara me decía: "que no papi. Es broma. Te cuidaré mucho". Ahora me cuida desde donde esté. Me cuida mucho y lo sé.

El puto bicho me ha quitado el día a día con mi hija pero lo que no ha podido quitarme el puto bicho son los 12 años de Mireia. No puede arrebatarme la felicidad, el amor, la pasión, el cariño, la ternura, la sonrisa, las caricias, los besos, los te quiero, los papi... No puede. No puede arrancarme su recuerdo. Nunca podrá hacerlo el puto bicho.

Puto bicho, hiciste tu trabajo. Fuiste en esos 13 días el más fuerte. Mataste a mi hija con 12 años, con toda una vida por delante. Mataste mi futuro. Mataste mi vida pero sacaré fuerzas y buscaré otra vida (aún tengo que encontrarla). 
Puto bicho, lo que no has podido es matar mis recuerdos y sobre todo no has podido con la herencia que me ha dejado mi hija: su felicidad, hacerme mejor persona y, sobre todo, ser padre. Esto no has podido matarlo.   

#MireiaTeQuiero

sábado, 9 de enero de 2016

Papi

"Papi", así me llamaba Mireia salvo una temporada que me decía Sergio. Siempre me llamaba papi con su voz dulce, con esa sonrisa de oreja a oreja. Papi.
Me decía "a qué si papi" cuando quería hacer rabiar a la Yaya Isabel o al Yayo Ángel buscando mi complicidad. Yo le decía que si, aunque no llevara razón. Nos reíamos al fastidiar a los yayos. "A que si papi".
Hablaba mucho. No callaba e incluso había veces que le tenía que decir "joer, calla ya que me vas a borrar el nombre". Todos lo decimos alguna vez, no?

La voz de Mireia se apagó. Desde el 24 de septiembre, ese día la entubaron, no oigo su voz. No oigo sus papis. No oigo su risa contagiosa. No la oigo. La voz se la apagó un puto bicho. Silencio. Echo de menos sus papis. Echo tanto de menos sus "¿qué vamos a hacer hoy?", sus doscientos"¿te bañas?" cuando estábamos en la piscina o playa. Echo de menos sus "ahora voy", esa frase recurrente cuando le decía que pusiera la mesa o se pusiera a estudiar. Echo de menos oír su voz cuando cantábamos en el coche haciendo duetos. Echo de menos sus "toma, toma, toma" cuando jugábamos a coche amarillo yo. Su voz. Sus "te quiero papi". La echo tanto de menos.

Puedo ver fotos pero no he podido aun ver un vídeo o escuchar una nota de voz de Mireia. No he podido oír a Mireia. Tengo miedo a hacerlo. No puedo.
Ver una foto es ver un instante fijo de la vida. Sin movimiento. Sin sonido. Sin embargo, ver un vídeo y escuchar su voz es como si estuviera aquí conmigo. Y no está, al menos físicamente.
Supongo, espero y deseo que algún día me arme de valor para poder ver un vídeo de Mireia. Espero y deseo que algún día sea capaz de oír su voz. Hoy no me atrevo. Necesito oír su voz pero aún no estoy preparado. Pero ese miedo, esa impotencia no ha impedido que oiga a mi hija cuando hablamos. Lo hago con frecuencia. Hablo mucho con Mireia. Es el subconsciente. Lo sé pero me viene bien.

El silencio me duele. El silencio me amarga y atormenta. No verla, no poder estar con ella es duro pero el no oírla es un dolor. Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero también las palabras son necesarias. Oír un te quiero. Oír dame un beso. Oír papi. Oír lo que ha hecho durante el día. Oír una voz es también muy necesario.

#MireiaTeQuiero