lunes, 10 de octubre de 2016

13 dias

A principios de septiembre del 2015 todo era normal. Vuelta de vacaciones. Empezar a trabajar. Los nervios de Mireia al empezar una nueva etapa, el instituto. Lo normal.
Pero el 8 de septiembre la normalidad se fue truncando. “Mami, he devuelto dos veces” con estas palabras de Mireia empezó el calvario. A partir de ahí empezó la pesadilla.  

El 9 de septiembre fuimos a urgencias del Hospital Infantil porque le dolía la cabeza y se quedó ingresada en el hospital de día hasta que se le pasó. Primeras pruebas de la meningitis. Resultado negativo. No había rigidez del cuello. Al día siguiente, la llevamos a su pediatra (magnifica profesional) y le realizó todo tipo de pruebas, y todo negativo. Negativo, esa palabra clave.

Viernes 11 estaba más o menos bien. Estaba contenta porque le había tocado con su prima Elsa y con su amiga Lucía en la misma clase del instituto. “Papi, tú ya no me vas a llevar hasta la puerta del insti. Quedaré con mis amigas e iré yo andando o en bici” me decía toda nerviosa  y preadolescente total.

El sábado 12 se volvía a encontrar mal. Mucho dolor de cabeza, sin apetito, se le dormían las manos, le molestaba todo. Su madre y ella volvieron a subir al infantil. En la madrugada del domingo 13 la dejaron ingresada y ya no salió del hospital. El “puto bicho” ya estaba actuando, pero a escondidas.

Empezó el calvario, la pesadilla. Aunque cuando Mireia ingresó no nos podíamos imaginar el trágico final. Esos 13 días no se me borran de la cabeza. Del 13 al 26 de septiembre los tengo grabados en mi cabeza. Los médicos, los partes diarios a familia y amigos, el comer, cenar o dormir en el hospital, el estar en la habitación, las  conversaciones con mi jefe y clientes…Todo en mi cabeza. No te acuerdas de lo que has comido el día anterior pero de lo malo sí. Es como si la cabeza no quisiera borrarlo y mantenerlo ahí.

Del domingo 13 al martes 15 los pediatras pasaban a hacer la ronda médica y a explorar a Mireia. Y siempre, siempre, las pruebas de la meningitis. Negativo. Pero el dolor de cabeza no se le pasaba. El martes 15 a las 12:30 horas más menos, volvieron a pasar el equipo médico y de nuevo las pruebas. Negativo. Sobre las 17:30 horas la enfermera trajo el yogurt de la merienda “No me gusta. Veo algo raro en esta niña” y fue a llamar al neuropediatra. En menos de 4 horas la meningitis hizo acto de presencia. La rigidez de cuello era ya brutal. Punción lumbar y a tratarla. “Ya sabemos lo que tiene y ahora a tratarla y a esperar, además Mireia está vacunada.”

Pues no. Mireia fue un caso entre mil o un millón o…un caso casi único. Dentro de la meningitis hay varios tipos: vírica, bacteriana, autoinmune, tuberculosa... Casi todas controladas, unas malas y otras peores.
Pues no. Mireia no daba el perfil de ninguna y de todas a la vez. Cientos de pruebas. Todos los tratamientos  posibles. Todo. El Infantil y en concreto la UCI, hicieron todo lo posible y más por mi hija. Siempre digo que menos huella plantar le hicieron de todo para salvar a Mireia, para saber qué “puto bicho” tenía. Todo. Absolutamente todo. Y siempre negativo. Todas las pruebas daban negativo.

De infecciosos la bajaron a la UCI en la madrugada del miércoles porque uno de los síntomas no cuadraba a médicos y enfermeras. Era un comportamiento extraño. Un comportamiento pautado. Mireia tumbada en la cama se incorporaba. Yo sentado en la cama junto a ella y me decía “papi, me duele”, saludaba con la mano, se destapaba, me daba un besito, se volvía a tapar y se tumbaba otra vez. Y así una y otra vez cada 2 minutos. Lo tengo grabado en mi cabeza, la veo y la oigo. Yo intentaba calmarla pero era imposible.

Cada día un nuevo síntoma: perdida de la visión periférica, perdida del habla, perdida de movilidad del lado izquierdo…mejoraba de una y empeoraba de otras. Y todos los días buscando al “puto bicho” y éste escondido. Todas las pruebas negativas. “No sabemos lo que tiene pero vamos a sacarlo” nos decían en los partes médicos de las 13 horas y de las 20 horas. Confianza plena en el equipo médico. “Vamos a ponerle este tratamiento por si acaso. Mal no le va a hacer y bien esperemos que si” Y más pruebas, otras dos punciones lumbares, análisis, prueba de la tuberculosis por partida doble, escáner. Esta última prueba me tenía preocupado. Tenía miedo de los resultados. Y así fue. Intuición de padre.

24 de septiembre, cumpleaños de su mami, La doctora nos reunió en otro despacho que no era el habitual. “Mireia está grave. No nos explicamos lo que tiene. En el escáner hemos visto que tiene pequeños infartos cerebrales y hemos tenido que entubarla para que el cerebro trabaje menos”. Mi pregunta, con todo el dolor del mundo, la más dura y difícil que he hecho en mi vida fue “¿se puede morir?” “No lo sabemos pero no podemos descartarlo. Estamos esperando y metiendo toda la prisa del mundo al laboratorio para que nos digan que bicho tiene. Por ahora ha dado todo negativo”

La vida, el mundo empezó a ser un verdadero asco. Una mierda. Mi niña se podía morir. Merche y yo hablamos unos minutos y pensamos que era mejor no decir la verdad a familia y amigos. Esperamos a ver cómo van las cosas. Es muy difícil mirar a tus padres a los ojos y no contarles la verdad. Es por su bien. es muy duro mentir a tus amigos. Es doloroso, muy doloroso. 

El viernes 25 tuvimos una buena noticia. ¡Sabíamos que “puto bicho” era! Ya podían tratarlo con  todas las armas y ganarle la partida. Era la meningitis tuberculosa.
¡Pero cómo podía ser que las dos pruebas de la tuberculosis hubieran dado negativo! Los médicos no se lo explicaban, pero ya nos les importaba eso. Solo querían curar a Mireia.
Pero el  “puto bicho” había estado jugando al escondite y se estaba riendo de todos. El “puto bicho” había hecho su trabajo y machacó el cerebro de Mireia. El “puto bicho” ganó la partida en aquella trágicamadrugada del 26 de septiembre.

Mireia estaba muerta cerebralmente. No se pudo hacer nada. Se intentó todo y más. Y después de despedirnos miles de veces de Mireia (nunca suficientes) y de tomar la decisión más dolorosa de nuestras vidas, el desentubar  a nuestra hija, Mireia falleció a las 14:30 horas.

PUTO BICHO: meningoencefalitis tuberculosa


#MireiaTeQuiero

2 comentarios:

  1. Es lo más emocionante que he leído en mucho tiempo. Soy padre de una niña y no sé ni qué decir. Un abrazo.

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  2. Terrible! Y cada palabra desgarra por dentro.
    Puedo sentir lo que tú trasmites con tus palabras porque yo también perdí a mi hija de 13 años de la noche a la mañana de un infarto intestinal.
    Llevo 5 años sin ella, el tiempo se para y pierdes la noción de todo lo que te rodea...
    Entiendo cada sentiento, cada llanto, de rabia, de impotencia, de máxima pena...que no te deja avanzar.
    Tengo otra hija, Paula, que tenía 8 cuando su hermana se marchó. Paula ahora tiene 14. Sin ella a mi lado no sería capaz de mirar al frente...
    Aunque ya no soy ni seré la misma!
    El alma está hecha añicos y a veces, siento cristales en el pecho.
    Me falta ella. Incompleta...
    Sé que Belén me envía fuerzas y sonrisas !!
    Y que cuando estoy conmigo misma, en la noche y en silencio...estoy más cerca de ella.
    ELLA FUE ESTRELLA FUGAZ CONVERTIDA EN DESEO CUMPLIDO!
    Es un camino duro. Ánimo ❤️

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