miércoles, 11 de noviembre de 2015

Aquella trágica madrugada

"Mireia se muere". Esta es la fatídica frase que repetía en la madrugada de aquel maldito 26 de septiembre. Esa frase que nunca hubiera querido decir.
¡No puede ser! ¡Pero qué dices! No te puedo creer. Pero...Sergio, ¿qué ha pasado? Con estas frases me respondía familia, amigos, compañeros, la gente que me conoce cuando les daba la noticia. Aquella asquerosa frase, "Mireia se muere", de aquella trágica madrugada. 

El 24 de septiembre ya tenía miedo. Estaba realmente asustado, aunque no lo demostrase. Tenía miedo de los resultados del último scanner que le hicieron para ver como estaba de afectado el cerebro. Mucho miedo. Tenía un sentimiento muy negativo, con lo positivo que he sido siempre. Pero algo me decía que la situación no pintaba bien. Fue la primera vez que nos dijeron que Mireia estaba grave.
- ¿Se puede morir? fue mi pregunta cuando nos dijeron que presentaba unos micro infartos en el cerebro.
- No lo descartamos. Está grave. La hemos tenido que entubar para que el cerebro trabaje menos.

El mundo se me vino abajo. No podía creerlo, no quería creerlo, pero confiaba en que todo el Hospital Infantil, y en concreto, la UCI iban a salvar a mi hija. Hacían todo lo posible y más para salvarla, para que viviera. De esto no me cabe la menor duda.

La noche del 25 al 26 de septiembre fue larga, dura, trágica...la peor de mi vida. La cosa iba muy mal. No había reacción. El puto bicho era más fuerte que la medicina y que una niña de 12 años llena de vida.
Pero sobre todo, el puto bicho pudo con el AMOR infinito y en mayúsculas de unos padres a su hija. Pudo con el amor de unos abuelos por su nieta. Con el amor de sus tíos y primos. Con el amor de mis amigos, que son familia. Pudo con la amistad de los cientos de amigas y amigos de Mireia. El puto bicho pudo con todo el amor de la gente que conocía y quiere, sí en presente, a mi hija.
He perdido las nociones de las horas de esa noche. El tiempo pasaba lento y esas horas se convertían crueles, injustos, inhumanos, antinaturales, brutales...

Tuvo una presión cerebral máxima de 133 y llegó a bajar a 73 (lo normal es estar entre 15 y 20). Se pensaban los médicos que el aparato estaba estropeado. Me acordaré siempre de esos dos parámetros porque yo animaba a que siguieran bajando.
"Vamos cari. Vamos Mireia. Vamos a llegar a 20. Tú puedes que papi y mami te quieren mucho" Repetía una y otra vez. No me cansaba de animarla. No podía hacer más que con palabras, caricias y besos animar a mi hija a que luchase contra el bicho que la estaba matando. Pero no bajó de 73. Demasiado. Y se decidió, como último recurso, intentar operarla para bajar esa presión. 
- No hemos podido hacerlo. La encefalitis es muy importante. Está muerta cerebralmente. Lo siento.
No pudo. Y luchó. Sé que luchó. 

Mi niña, mi hija se moría. El mundo se me vino encima. La vida era (es) una mierda. Inhumano. Antinatural. Cruel e injusto se quedan muy cortos para calificar el aceptar la muerte de un hijo o una hija. El ser humano no está preparado para esto. Ni nunca lo estará.
No se podía hacer nada. Se intentó todo y más. Así que solo quedaba decidir a su madre y a mi el cuando desconectar el respirador. Duro. Durísimo. 
No me lo creía. Doce años antes estábamos en el mismo hospital saliendo con nuestro bebé en brazos llena de vida, salud, amor y felicidad. Y doce años más tarde tuvimos que decidir el cuando desconectar a nuestra niña. Con esto no quiero decir que me sienta culpable. Ni mucho menos. Ni pienso el qué he podido hacer mal para que la vida me ponga estas incomprensible trabas. Con esto quiero reflejar lo inhumano que fueron esos días. Y que durante los trece días que estuvo ingresada nos salió a Mireia, a Merche y a mi todo mal. Todo. Ni una buena noticia. Una pesadilla difícil de olvidar.

A las 14:30 de ese sábado 26 de septiembre se certificó la muerte de Mireia. Dentro del hospital pensaba que el mundo se había parado. Que todo era un sin sentido. Que todo era una brutal pesadilla. Pero no. La vida sigue. Al salir del hospital y montarme en el coche para ir a casa de mis padres me dí cuenta que el mundo no se había detenido como yo creía.

La vida sigue pero sin ti, Mireia, la vida no es igual. Nada es lo mismo.

#MireiaTeQuiero  

11 comentarios:

  1. Ese viernes nunca me imaginé, al salir del hospital, después de estar con vosotros, despertarme con ésta tragica noticia.
    Os quiero mucho

    ResponderEliminar
  2. No os conozco pero cuando leo estas palabras siento una enorme tristeza. Me maravilla la fortaleza que transmites. Tu hija allá donde esté, estará muy orgullosa de su padre. Si la vida es un asco. Pero también es maravillosa, en tus palabras transmites amor, un amor infinito y sin fin. Vuestra niña lo siente.

    ResponderEliminar
  3. Sergio cuanto que siento todo lo que ha pasado. Eres una persona que transmites amor y este amor perdurará siempre en tí. Ya de pequeñito respirabas amor y dulzura lo recuerdo como si fuese hoy. T'estimem.

    ResponderEliminar
  4. Sergio cuanto que siento todo lo que ha pasado. Eres una persona que transmites amor y este amor perdurará siempre en tí. Ya de pequeñito respirabas amor y dulzura lo recuerdo como si fuese hoy. T'estimem.

    ResponderEliminar
  5. Querido amigo, por desgracia yo tambien vivi esos momentos con vosotros y es lo peor que he pasado en mi vida, nunca terminaremos de echar de menos a esa fantastica niña que es Mireia, pero si, la vida sigue adelante y vosotros con ella , que os queden esos maravillosos 12 años que os ha dado Mire y sobre todo tener en cuenta el cariño que os tenemos todos los que os conocemos
    Un fuerte abrazo para estos 2 maravillosos padres

    ResponderEliminar
  6. De ese dia no me voy a olvidar, de despedirme de mi prima por mis abuelos , por mi hermana y por mi.Mas que una prima , fue mi segunda hermana.

    ResponderEliminar
  7. Esa mañana fue muy duro en la UCI del Infantil . Se me rompió el corazón 💔
    Samuel fuiste muy valiente. Seguro q tu prima estará muy orgullosa de ti.

    ResponderEliminar
  8. Sergio, recuerdo esa mañana perfectamente, al despertar y ver en el wathsapp tu mensaje no daba crédito, aún sin saber que fueran sus últimas horas, sólo el hecho de la acumulación de días de hospital, me dolió. Yo estaba en Albacete y en la cama de al lado estaba mi hija, la miraba y pensaba, suplicaba más bien, "no me faltes nunca Jara", y egoistamente la abracé, la abracé con todas mis fuerzas, cuando mis lágrimas mojaban sus mejillas, se despertó y sin preguntar nada, ni el porqué, ni nada, me pasó sus manitas por mi brazo con consuelo. Sé que tuve una reacción egoista, sin duda, me paré a pensar y me di cuenta de lo que llego a querer a mi hija, y tu sufrir me hizo reaccionar, me hizo valorar más el tiempo.

    ResponderEliminar
  9. Nada q decir..... Fue así punto a punto...... Larga.... Trágica....incomprensible.....la vida sigue... Pero ,a los que allí estuvimos esa noche....el tiempo quisimos detenerlo... Congelar una realidad irreal que ya nunca nos abandonaría..... Desde esa noche una parte de mi no se recupera.... Os quiero

    ResponderEliminar
  10. Es una tristeza tan intensa que nadie, nadie debería pasar por ello , no hay maldad en el mundo que merezca tal castigo.. Así que fue así , por azar .. El destino nos ha puesto esto y solo nos queda esperar que pase la bruma y encontrar el sol, ese que nos devolverá la alegría con su recuerdo y no está infinita pena , aunque sea arrastras swguiremos adelante .. Con este agujero profundo , pero adelante

    ResponderEliminar
  11. No estamos preparados para enterrar a nuestros hijos, no se nos educa en ese sentido, es contra natura y por tanto no lo contemplamos como una opción a tener que solventar nunca. Y aunque se nos educara creo que tampoco lo conseguiríamos, los hijos duelen..su dolor nos duele, su ausencia duele, que no estén bien duele..además es un dolor distinto, de dentro, como si te arrancaran el alma..
    Solo puedo decirte que en la parte que como padres os correspondía, que es que vuestra hija fuera feliz, podéis estar tranquilos, vuestro trabajo ha sido perfecto, todo el que conoció a Mireia sabe que fue una niña feliz, y eso es para sentirse orgullosos de haber sabido hacer un trabajo que uno asume cuando es padre, el cuanto durara, eso, lamentablemente no depende de nosotros, por tanto mi respeto por conseguir lo que todo padre quiere para sus hijos, que es que sean felices, seguir para adelante, su recuerdo siempre estará y el dolor disminuirá, pero siempre dolerá porque siempre siempre...se les quiere!!

    ResponderEliminar