16 de septiembre 2015.
La noche se presenta larga. Mireia sigue empeorando por
momentos. Además de los gritos, ahora también hace otra cosa extraña. Está
tumbada, se levanta, saluda tres veces, me busca y me dice “hola papi”, manda
un besito y se vuelve a acostar. Son actos repetitivos. No lo entiendo. Las
enfermeras tampoco se lo explican y deciden llamar a los médicos de la UCI.
Cuando suben los médicos de la UCI le hacen varias pruebas y
ven en directo estos síntomas extraños de Mireia. No se lo explican. No saben
el porqué. Se les nota preocupados. Y deciden trasladar a Mireia a la UCI y así
estará más controlada y podremos hacer más pruebas”.
El miedo se nos apodera más si cabe. Nos tiemblan las
piernas. El alma y corazón están encogidos. La cabeza va a mil. No sé que
pensar. Solo queda que los médicos hagan su trabajo. Son los especialistas y si
creen que Mireia estará mejor en la UCI, pues adelante ¿quiénes somos nosotros
para decidir si o no?
Mientras bajamos la mirada de Mireia esta como perdida. Mi niña
está ida. Mira hacia todos los lados. Busca. Se sigue quejando del dolor. El
puto bicho vuelve a hacer de las suyas. Vuelve a gritar “me duele”. Joder como
desgarran esas dos palabras. Joder.
Cuando entro en la UCI el corazón vuelve a empequeñecerse al
ver a niños que están ahí mal, muy enfermos.
Mireia sigue gritando. Y de vez en cuando dice “mami, que yo
no quiero tener bebés. Que no quiero ser mamá”. Nadie entiende nada. ¿Por qué dice
eso? ¿Qué le está haciendo el puto bicho? Llegamos a la conclusión que es porque
ha visto a tres bebés en las incubadoras. Nos queremos agarrar a eso pero no lo
sabemos. ¡Maldito seas puto bicho!
Los médicos de la UCI nos dicen que tal como está Mireia es
mejor que pasemos la noche los dos junto a ella. En la UCI no dejan estar a los
padres. Ayudamos en todo lo que nos piden. Merche y yo, cada uno a un lado de
la cama, le damos la mano a Mireia con dos motivos: una por el amor que tenemos
y otra porque al estar tan inquieta intenta quitarse las vías. Si sigue así,
tendrán que atarla a la cama. Al final hay que hacerlo. Joder con lo poco que
le gusta que la cojan. Le dan medicinas y a medida que va pasando la noche va calmándose.
Efecto de las medinas y del cansancio, supongo.
A las 8 horas nos mandan a casa a ducharnos, descansar y
comer algo y sobre todo porque en estas horas que vienen los médicos hacen su
trabajo. Volveremos a las 13 horas que es cuando abren las puertas para que los
padres entren para estar con sus hijos y además nos darán un parte médico.
A las 12,30 horas ya estamos ahí. La casa se me hace pequeña.
Me agobia. Tengo que estar con mi hija aunque sea separados por unas paredes. A
las 13 horas nos llaman y nos dan el primer parte. Saben que es meningitis pero
no saben qué tipo es. Las pruebas no lo aclaran bien. Nos dicen que es un caso
extraño. Confiamos plenamente en los médicos.
A las 14 horas nos vuelven a pedir que nos vayamos porque no
pueden estar padres. Las reglas de la UCI son estrictas y hay que cumplirlas. Con
la vida no se juega. En el segundo parte, el de las 20 horas, no nos dicen nada
nuevo. Siguen investigando. La tienen medicada y está más calmada. Entramos a
verla y está dormida. Me la como a besos y no le suelto la mano en esa hora que
nos dejan estar con ella.
Nos vamos a casa a dormir. Y mañana…
Continuará
#MireiaTeQuiero
No hay comentarios:
Publicar un comentario