14 de
septiembre del 2015
Me levanto
en Bilbao y vuelvo a Zaragoza. He dormido intranquilo. Aunque sepas que es poca
cosa, que es un dolor de cabeza, ¿a qué padre le gusta que su hija esté
ingresada?
Merche me
dice que Mireia ha pasado buena noche, que ha dormido pero que no ha
desayunado. Por la mañana los médicos de urgencias le han hecho más pruebas.
Han vuelto a hacer las pruebas de la meningitis, moverle la cabeza, las piernas
y deambular por la habitación. Todo normal.
Llego a
Zaragoza. Cuando estoy llegando al Hospital Infantil me suena el teléfono. Es Merche.
Vuelco al corazón.
-
Hola. Dime
-
¡Papi! ¿Cuándo llegas?
-
Ya estoy casi cariño. Estoy en la puerta. Ahora subo
-
Bieeeeeeennnnn. Date prisa que
tengo ganas de verte.
Amor. Amor.
Mucho amor siento por ella. Es mi vida.
Entro a
la habitación y nos fundimos a besos y abrazos. Bromas. Nos gusta gastarnos
bromas. Cosquillas. Pasamos la tarde juntos salvo un par de horas que tengo un
compromiso que no puedo faltar. Vuelvo al hospital y pasamos el resto de la
tarde juntos y la cena. Parece que cena un poco mejor. Me extraña que Mireia
siga sin comer mucho, pero bueno quién come bien en un hospital. Me viene a la
memoria ese día que fuimos a comer con los yayos Ángel e Isabel y se pidió carne
poco hecha. Jejeje.
Por la
noche se queda Merche.
Continuará
#MireiaTeQuiero
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