sábado, 21 de septiembre de 2019

Diario de 13 días (parte 9)


21 de septiembre del 2015.

Puede que haya pasado mejor noche, un poco más tranquilo al ver que Mireia ayer estaba mejor. Y con la posibilidad de que hoy la suban a planta.

Llegamos como siempre a las 12:30 horas y entramos a que nos den el parte médico. Malas noticias. No le dan el alta de la UCI y no la suben a planta. Aunque está parecida a ayer, el neuropediatra ha visto algo que no le cuadra. Sospecha que la mejoría de ayer era un simple espejismo y que puede ser que sea otro de esos síntomas raros que hace el puto bicho. “Aquí en la UCI estará más controlada. No es normal estar tantos días en la UCI pero da igual. Queremos estar muy atentos a Mireia”. Además estos días le harán más pruebas. Otra punción lumbar que harán hoy, la prueba de la tuberculosis y posiblemente el miércoles un scanner.

No lo entiendo. No entiendo nada. ¿Cómo es posible esto? ¡Cómo es posible que el puto bicho pueda hacer que empeore y mejore a su antojo! Los médicos tampoco lo comprenden. Se están dejando el alma.
Entramos en la habitación y aunque está despierta y consciente no está como ayer. Se le nota y a medida que pasa el tiempo la notamos más apática. Algo no va bien. La notamos con la mirada perdida. Solo mira hacia delante y no distingue bien los animales que hay dibujados en la pared de enfrente. Llamamos a los médicos que vienen rápido. Hacen las típicas pruebas de la vista. Y en efecto ha perdido visión y de visión periférica no tiene nada.
-        - “¿Mireia ves a papa?” yo estoy   junto a ella en su lado izquierdo
-        - “No, papi se ha ido. ¿Volverá después?”

Me derrumbo. No me ve. No me ve. ¿Qué está pasando? El neuropediatra ha acertado. Profesional como la copa de un pino.

Le intentamos dar de comer. Nada, no prueba bocado. Le pido entonces un beso, se incorpora en la cama y me da un mordisco que me deja la marca de sus dientes en la cara. Me duele mucho, sin embargo, no es el mordisco lo que me duele de verdad, es que ha sido el puto bicho el que me ha mordido.

Volvemos a estar jodidos. Y los médicos también están preocupados. Están fracasando en el diagnóstico. Son sus propias palabras. Seguimos confiando en ellos. Son un encanto como personas. Nos tratan de una manera brutal y con Mireia (y resto de niños, por supuesto) no tengo palabras para describirlo. Desprenden profesionalidad y amor.

Por la tarde está  igual. Sigue con la falta de visión. Nos vamos otra vez muy mal. Y así lo reflejo en el WhatsApp del parte médico diario. Gracias amigos.

Esto es ya más que una pesadilla.

Continuará…

#MireiaTeQuiero

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