martes, 24 de septiembre de 2019

Diario de 13 días (parte 12)


24 de septiembre del 2015

  - “No esperéis y pasad que tenemos que hablar. Vamos a ir a otra sala más apartada” nos dice la doctora. Malas noticias seguro ya que la doctora tiene una cara muy seria y con mucha preocupación.
“A ver como os lo digo”. Traga saliva. Está  nerviosa. “El scanner señala que Mireia ha sufrido micro infartos que le han dañado bastante el cerebro. Son pequeños pero son varios. Mireia está grave. Posiblemente la tendremos que entubar para que el cerebro no trabaje tanto y así pueda ir recuperándose”. 
Es la primera vez que nos dicen que está grave. Nunca antes usaron esa palabra y eso hace que el mundo se nos venga encima. Mierda. Joder. La primera reacción es mirar a Merche, cogerle la mano y darle un beso con abrazo. Estamos en shock. Hoy es su cumpleaños. ¡No puede ser! Esto no se lo merece. A Merche no. No puede ser que el regalo de su cumpleaños sea esta jodida noticia.
Tras unos minutos de asimilarlo me sale esta pregunta del fondo del alma.
“¿Se puede morir?”
“No lo podemos descartar” nos dice la doctora.

Lloramos. Tocados y hundidos. Sin fuerzas. Tras pasar unos segundos o minutos en silencio, no sé porque el tiempo se paró, la doctora nos dice que en microbiología se están dando toda la prisa que pueden. También nos dice algo que se me quedará grabado para siempre “Estamos fracasando como profesionales. Perdón”. Me llega al alma porque lo dice con sentimiento de culpa y con los ojos vidriosos, apunto de llorar.

Merche, con esa fuerza sobrehumana que tiene, saca del bolso un paquete. Son macaron para
todo el cuadro médico de la UCI.
“Hoy es mi cumpleaños y os he traído estos macaron para vosotros por todo lo que estáis haciendo por Mireia y por nosotros”.
Vuelvo a abrazar a esta gran persona y la doctora, completamente alucinada por el carácter humano de Merche, le dan un gran abrazo.
“Ya siento amargarte el cumpleaños así. Gracias Merche” replica la doctora.

Entramos en la UCI y las caras de todos los que trabajan ahí es un poema. Se les ve tristes, jodidos, con pena. Mireia les ha cautivado. No se lo explican. Todos, sin excepción nos abrazan.

Entramos en la habitación y ahí está mi hija, tumbada, sin moverse, entubada. Impresiona. El ruido de las máquinas se te mete en la cabeza. No paro de oírlo. Vaya puta imagen para el recuerdo.
Decir que le doy millones de besos es quedarme corto. La acariciamos. Le damos la mano. La amamos. Nos dicen que la hablemos porque ella nos oye y por supuesto que lo hacemos.
“Se fuerte cariño. Lucha campeona. Papi y mami está aquí. Siempre estaremos. Te quiero. Te queremos”.
Hoy nos dejan estar más rato y lo aprovechamos. Queremos estar con Mireia y lo necesitamos. Ella nos necesita.

Por la tarde voy a ver a mis padres. Tengo que decirles cómo está la situación. Se merecen saberlo, pero no les diré que se puede morir ya que no se merecen ese mazazo porque aún confiamos en la recuperación aun sabiendo de la gravedad del asunto.
“Papá, mamá sentaros que tengo que deciros como se encuentra Mireia”
- “¿Qué pasa? Pregunta la yaya Isabel muy nerviosa y con la cara descompuesta. Nunca vi a mi madre así.
“Mireia está grave. El scanner dice que ha sufrido micro infartos y está entubada. Está grave”
Lloran. No se lo creen.

El WhatsApp y el teléfono arden. Las muestras de cariño son brutales. Los envíos de fuerza y ánimo son brutales. ¡Qué fuerza dais!
Volvemos por la tarde. Sigue todo igual. Nos quedamos más rato porque así nos lo permiten. Queremos estar con Mireia.

Bárbara, ¿lo ves? Tenía razón y era fundamentado el miedo que tenía del resultado del scanner.
Estoy muy tocado. Marcho a casa.

Continuará…

#MireiaTeQuiero

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